No existe una casa única que se adapte a todos, por eso nos es tan difícil encontar casas ya construidas que cumplan nuestras espectativas, y terminamos cambiandolas, modificando y reformando. Por eso muchas veces optamos por construir desde cero, transformando lugares, guiados por una necesidad casi ancestral del construir. Y terminamos construyendo como parte de nuestros propios procesos personales, como un acto simbólico de entender lo que queremos.
El construir se transforma en proceso, en ese acto simbólico de crear el mundo que queremos, mientras lo vamos descubriendo. Construimos no sólo casas sino que los acontecimientos y situaciones que entorno a ellas se generan.
Por eso me encanta acompañar procesos. porque detrás de cada casa hay diseñada, hay deseos, necesidades y reafirmaciones de personas y familias. Cada refugio emprendido de forma individual tiene una enorme busqueda de sentido personal, de libertad y de reafirmación. Cada reforma guarda la bondad de repararse a uno mismo y a otros. Y cada casa familiar iniciada construye nuevas formas de familias posibles. También he visto como las casas (y sus ocupantes) cambian y se transforman. Se amplían, se alquila, se venden. Incluso se demuelen. Y perduran en la memoria, en la historia y en anécdotas.
Aunque existan casas prontas, o puédanos elegir una de catálogo, siempre terminamos necesitando y queriendo cosas especificas. O incluso, optando por caminos diferentes para llegar a similares resultados. Porque construimos para crear y transformar el mundo que nos rodea en el que queremos.
Por eso te invito a imaginar la casa que deseas; y confiar en tu poder de transformarlo todo; hacer un plan, lo más flexible y adaptable posible para poder construirlo; y de paso construirte a tí mismo y el mundo que quieres en el proceso.