Te pido que dejes por un minuto de pensar en la casa de ese amigo que visitaste, o esa que salió en la revista y te gustó. Y pienses como quieres sentirte en tu propia casa; ¿cómo quieres que entre la luz?, ¿qué aromas imaginas?. Sumemoste a esto otras preguntas: ¿cómo recuerdas la casa de tu infancia? ¿que la hacía especial para ti?
Si bien todos deseamos una casa linda y confortable, no existe una casa única que se adapte a todos, porque en el fondo todos queremos cosas diferentes. Por eso se nos hace tan difícil encontar casas ya construidas que cumplan nuestras expectativas, y terminamos queriendo modificarlas o cambiarlas de orientación o reubicarlas. A su vez existe cierta emoción en crear algo desde cero, y dejarnos llevar por la emoción de decifrar que forma tienen nuestros deseos, guiados por una necesidad casi ancestral de construir.
Construimos como un acto simbólico de apropiación, como parte de nuestros procesos personales de conocernos, entender lo que queremos, y transformar el mundo que nos rodea en un lugar amoroso para nosotros y los nuestros. Es parte de nuestra condición humana.
Aunque el consumo nos ofrezca todo pronto y terminado, y nos seduzcan con casas perfectas y prontas; pese al miedo y la ansiedad que nos genera embarcarnos en lo desconocido e incierto que puede parecer el construir o reformar. Pese a todo ello hay quienes quieren, desean y anhelan construir. La única explicación lógica es que mientras construimos creamos también esa versión de nosotros mismos que tanto anhelamos. En cada casa que he ayudado a construir hay una familia en construcción; cada refugio emprendido de forma individual tiene una enorme búsqueda de sentido personal; y cada reforma un amor profundo por arreglarse. He visto como las casas y sus ocupantes cambian y se transforman. Se amplían junto al crecimiento de familias, incluso se alquilan o se venden cuando ya no funcionan. Reparamos casas desmejoradas o reformamos aquellas que no funcionan bien, y cambian porque alguien sigue viendo su potencial.
También he visto casas que se demuelen, porque nadie peleó por ellas, y fueron descuidadas o simplemente olvidadas.
Construimos como acción simbólica mientras vivimos, por eso creo de vital importancia crear espacios que se adapten a cada persona y familia. Que puedan crear vivencias y recuerdos, a través de una arquitectura emocional, que acompañe los momentos de cambio y que pueda perdurar en el tiempo, en la memoria de quienes la habitaron.